La Novela que no fue - Cap 3

Paris 5 de enero 1980

Mientras la lluvia se movia, mientras se pensaba, mientras se hacia agua, había alguien quien compaginaba un encuentro que hasta el momento nosotros no sabíamos, un encuentro pensado por muchos y muchos años. Quizás fue solo eso, como un collar de oro en playa grande, como un Parliament guardado en algún cajón abierto en el momento oportuno, justo cuando ya no hay más tabaco en el mundo entero. Esa sumatoria infinita de causalidades, infinita la distancia a mi entendimiento, infinitas las calles que tuve que cruzar para en ese momento abrir los ojos y que tu cuerpo se cruce entre la calle y mis ojos.

¿Cuantas veces te habré cruzado por la calle en esos días?, ¿en Toulouse?, ¿en Barcelona?, a vos entre todos los otros ellos y ellas, solo por un segundo, por un fallo de mi vista, por un cruce mal previsto, por una media luna, una cerveza, una milanesa, un cordón desatado, un peatón perezoso, una mañana pendona.

Me volvieron en un instante todas esas cosas guardadas cuando de un día al otro tomaste tus trastos y te fuiste en un barco de desconciertos. Por un momento volví a ser el chico de 17 años que se quebraba, que te buscaba. Cuantas habrán sido las veces que soñé con abrir los ojos y encontrarte sentada en la vereda de mi casa, en un escenario espiado, en una caminata de tarde de polleras y uniformes grises.

Fuiste parte de una ausencia creada, repetida como con otros personajes de mi vida, una ausencia hiriente y gritona como pocas, y ahora confabulada con un destino esta vez complice.
“De vez en cuando la vida, se nos brinda en cueros y a colores se despliega como un atlas”. Apareciste entre la gente.


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La noche violeta, humeda, con resaca de lluvia de otoño, fría, de suéteres de lana tejidos por abuelas, de zapatos borceguíes y camperas de gamuza, se dejo invadir. Nos llevo al Trulie a tomar unas absentas. Tenerte de frente sentada opuesta a mi, con una mesa de distancia, una mesa como un océano, como tantos años, con la posibilidad de que un simple impulso quebrase toda separación, era un holograma que no entendia.
Una vez más, como cuando chicos, lo hiciste. Buscaste el paso entre las copas, me tomaste del cuello y me besaste. Me mordiste para ver si yo estaba ahí también.

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